El arte del flujograma

Uno de los tópicos que siempre aparece cuando se habla de un sistema de gestión, por ejemplo de la calidad, es el de que se trata de algo engorroso y burocrático. Y es posible que en algunos casos sea cierto, todo depende de cómo se diseña el sistema y de la habilidad que tenga el consultor para identificar y obviar lo que es prescindible, centrarse en lo que es importante y condimentarlo adecuadamente para que la digestión sea más llevadera.

Cuando hace unos 20 años me introduje en el mundo de los sistemas de gestión y me enfrenté a mi primera ISO 9001, descubrí el apasionante mundo de los flujogramas. Durante mi periodo de formación me había topado con procedimientos que parecían más un ensayo de Ortega y Gasset que una herramienta de trabajo: páginas y páginas de texto que tenías que leer varias veces para entender algo y poder hacerte un esquema mental del proceso que pretendía describir. Y con esto no quiero decir que los procedimientos de texto no sean útiles, incluso en algunos casos son imprescindibles. Y he conocido a auténticos maestros en la redacción de procedimientos que eran capaces de explicar en tres líneas cómo enviar una nave tripulada a Marte o cómo las eléctricas establecen el precio de la electricidad. Lo que pasa es que esta capacidad de síntesis no la tiene todo el mundo e incluso algunos, entre los que yo me incluyo, cuando tenemos delante un papel en blanco y un lápiz nos venimos arriba y nos recreamos en exceso con metáforas, hipérboles y concatenaciones interminables de subordinadas en un ejercicio literario que pone de manifiesto nuestra vocación frustrada de escritores de bestseller.

Un procedimiento debe ser fácil de entender y darnos de forma rápida y clara una visión general del proceso que describe, de cómo se relaciona con otros procesos, de las actividades y sus relaciones, de los departamentos implicados, de los documentos de soporte, de los registros generados, … Además debe presentar el proceso de forma objetiva para que todos los usuarios lo entiendan de la misma manera. Todo esto es muy fácil de conseguir a través de un flujograma, una representación gráfica del flujo de actividades que intervienen en un proceso. Los detractores de los procedimientos basados en diagramas de flujo me dirán que son demasiado sintéticos y que no pueden contener toda la información que se requiere, pero para eso están los anexos: el flujograma es el mapa que presenta todos los elementos del procedimiento y los anexos los que detallan aquellos aspectos que requieren un mayor nivel de profundidad. De esta forma, cuando un usuario tiene una duda puede consultar rápidamente el mapa y, si es necesario, centrarse en el anexo que le acabará de despejar esa duda.

Otras ventajas de los flujogramas son que agilizan la dinámica de los grupos de trabajo encargados de elaborar y revisar los procedimientos, incentivan la participación de sus integrantes, facilitan la comparación entre un escenario actual y otros alternativos, ponen en evidencia más claramente la existencia de conflictos, ayudan a identificar la información irrelevante, facilitan la detección de puntos de mejora, son más fáciles de auditar y facilitan la revisión del sistema documental por parte de los organismos certificadores.

Como consultor siempre me adapto a las preferencias de mis clientes y aplico la metodología con la que se sienten más cómodos, pero en mis propuestas siempre recomiendo la utilización de flujogramas como herramienta para documentar los procedimientos.  Llevo 20 años implementando sistemas de gestión con procedimientos basados en diagramas de flujo, formando equipos de trabajo y moderando workshops para su elaboración, y he podido constatar repetidamente las virtudes de esta herramienta de cara a incentivar a las personas implicadas, optimizar el tiempo de dedicación de los usuarios del sistema y de conseguir que éste sea ágil y eficaz.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

Imagen: Montaje realizado con photoshop a partir de imagen de Pinterest e icono de Freepik

La casa pasiva (II)

Tal como explicaba en mi anterior post, la casa pasiva es la edificación que ofrece unas condiciones de confort con un consumo energético muy bajo, y Passivhaus es el estándar que nos ayuda a conseguirlo mediante estrategias y técnicas constructivas enfocadas a obtener un nivel de aislamiento muy alto, de permeabilidad muy bajo y una ventilación muy eficiente.

Aunque Passivhaus se gestó a partir de una conversación entre un alemán y un sueco, y consecuentemente los resultados óptimos se obtienen en climas fríos como los del centro y norte de Europa, también nos permite obtener muy buenos resultados en climas cálidos como el nuestro. A fin de cuentas, lo que va bien para que no se fugue la energía térmica del interior también va bien para que no penetre la del exterior. Concretamente, en climas fríos se puede conseguir un ahorro energético del orden del 80%, mientras que en climas cálidos se alcanzan ahorros del 60%.

Los requisitos de Passivhaus son muy simples: demanda máxima de calefacción de 15 kWh/m2·año; demanda máxima de refrigeración de 15 kWh/m2·año; permeabilidad máxima de 0,6 /h; y consumo máximo de energía primaria de 120 kWh/m2·año. Probablemente estas cifras no nos digan gran cosa a no ser que seamos especialistas y estemos familiarizados con los parámetros energéticos con los que se trabaja en los edificios, pero una breve exposición de las estrategias y técnicas empleadas para alcanzar estos objetivos nos puede dar una idea más clara de lo que propone y persigue Passivhaus:

Ganancias solares: lo que se pretende con este apartado es, aprovechando las diferentes trayectorias del sol a lo largo del año, permitir en invierno que la radiación solar acceda y caliente el interior, y proteger el edificio en verano evitando que penetre. Esto se consigue mediante una orientación óptima del edificio, el tamaño y disposición de las aberturas, el uso de vidrios claros en ventanas, un aumento de la masa térmica accesible en el interior para la acumulación de energía solar en suelos y techos, protecciones solares fijas y/o móviles automatizadas según la trayectoria solar y los niveles de radiación, protecciones interiores de control lumínico diferenciadas de los elementos exteriores de protección de la radiación, …

Aislamiento: este aspecto es el que ofrece un abanico más amplio de soluciones y lo que se pretende es minimizar las pérdidas por transmisión en invierno y las ganancias en verano. Esto se consigue aumentando la compacidad del edificio (diseño con menor superficie de envolvente para un mismo volumen), incorporando cubiertas y fachadas ventiladas, utilizando materiales aislantes de altas prestaciones, recuperando el uso de un aislante natural como la madera en estructura y paredes, implementando anclajes que minimicen el puente térmico, instalando ventanas con vidrios dobles o triples y estructura de alto aislamiento, …

Impermeabilización: con la reducción de la permeabilidad del edificio se pretende minimizar las filtraciones de aire a través de las juntas de la envolvente. Para ello se utilizan membranas y cintas adhesivas para sellar las juntas, ventanas y puertas con sellos dobles y triples, cámaras técnicas para la colocación de instalaciones y enchufes evitando interrumpir el impermeabilizante de los muros exteriores, …

Ventilación: a través de la ventilación no sólo se pretende renovar el aire interior para mantener los niveles de salubridad exigidos, sino también reducir la demanda de calefacción o refrigeración calentando o enfriando previamente el aire introducido o recuperando energía térmica del aire extraido. Para ello se utilizan sistemas mecánicos centralizados para optimizar el rendimiento del conjunto, equipos para la sectorización y ajuste de consignas en función de los niveles de ocupación y necesidades de cada zona, intercambiadores para recuperar parte del calor del aire expulsado, intercambiadores geotérmicos suelo-aire o suelo-agua para calentar o enfriar el aire introducido, ventilación natural mediante ventanas mecanizadas y efecto chimenea, o incluso complejos sistemas pasivos de refrigeración adiabática indirecta.

En definitiva, son muchos los materiales y técnicas que, combinados entre sí, nos permiten alcanzar los resultados necesarios para satisfacer los exigentes requisitos de Passivhaus. Y cada vez son más, el estándar también ha actuado como catalizador para desarrollar un mercado de materiales, equipos, herramientas informáticas, soluciones constructivas, certificaciones y servicios de ingeniería y consultoría específicos para este tipo de construcciones. Los interesados en este mundo no nos vamos a aburrir, tenemos tema de conversación para muchos años.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

La casa pasiva (I)

Durante un viaje de estudios a Bruselas tuve la oportunidad de asistir a un curso sobre Passivhaus (casa pasiva en alemán) en el que se incluían visitas guiadas por expertos a diversos edificios en funcionamiento o en fase de construcción proyectados bajo dicho estándar. Para alguien como yo, nacido en la costa mediterránea y que siempre ha vivido a 6 o 7 paradas de metro de la playa, visitar una ciudad del norte de Europa en pleno mes de diciembre y bajo una ola de frío siberiano es una experiencia difícil de olvidar. Pero al margen de las inclemencias meteorológicas, y de mis caídas en plena calle por culpa de las placas de hielo, conservo muchos recuerdos, conocimientos y experiencias que me impactaron tanto o más que las temperaturas de los termómetros bruselenses.

Recuerdo especialmente la visita a un edificio de oficinas en construcción, con la estructura y cerramientos terminados y pendiente de las instalaciones y acabados, situado en las afueras de Bruselas. La sensación que experimenté al traspasar la puerta de acceso al edificio fue como la de dejar atrás la meseta tibetana para entrar en Shangri-La, el utópico santuario del Himalaya aislado del mundo exterior de “Horizontes perdidos”. Exageraciones aparte, me sorprendió el enorme contraste de temperaturas entre el exterior y el interior del edificio sin la intervención de ningún tipo de sistema activo de climatización, simplemente gracias a los elementos constructivos de la envolvente. Mi mentalidad de ingeniero se resistía a creer lo que mis colegas arquitectos eran capaces de conseguir sin la ayuda de “nuestras” máquinas y dispositivos electrónicos.

Cuando hablamos de casa pasiva nos estamos refiriendo a una edificación que permite mantener las condiciones de confort con un consumo de energía muy bajo. Es un concepto que apareció en los EE.UU. a finales de los años 70 y que desde entonces se ha ido popularizando cada vez más, hasta convertirse a finales de los años 80 en un estándar de edificación denominado Passivhaus. Desarrollado a partir de numerosos estudios internacionales y financiado por el estado alemán de Hesse, actualmente es una referencia mundial para la construcción de edificios energéticamente eficientes, con un elevado confort interior y a un coste asequible. Aunque inicialmente fueron los países centroeuropeos los que mostraron un mayor interés por el estándar debido a las características de su climatología, este interés se ha ido extendiendo por todos los países de la Unión Europea a partir de la publicación de la Directiva Europea 2010/31/UE, según la cual todos los estados miembros deberán tomar medidas para que a partir de 2020 todos los edificios de nueva planta, los públicos en 2018, sean de consumo de energía casi nulo.

Lo que persigue Passivhaus es reducir drásticamente la demanda energética del edificio mediante estrategias pasivas, soluciones constructivas que no requieren del consumo de energía para el aprovechamiento de sus prestaciones, para posteriormente satisfacer esta demanda mediante equipos altamente eficientes y el uso de energías renovables. En cierta manera, con Passivhaus convertimos el edificio en una especie de termo, un recipiente hermético por donde no penetra ni se escapa el aire y que presenta unas excelentes características de aislamiento térmico. Pero a diferencia del termo, si no permitimos de alguna manera la entrada del aire exterior, los usuarios del edificio podrían pasarlas canutas. Además del alto aislamiento y la baja permeabilidad, otro de los aspectos clave de Passivhaus es la renovación del aire, que se consigue mediante sistemas mecánicos con recuperación de calor y/o intercambio geotérmico.

En el caso concreto del edificio de oficinas cuya visita recordaba anteriormente, la ventilación se basaba en la utilización de una técnica ancestral (otro golpe bajo para mi ego de ingeniero) conocida como “pozo canadiense”, un intercambiador geotérmico suelo-aire que además es utilizado como sistema de calefacción en invierno y de refrigeración en verano. Los pozos canadienses son tubos enterrados por donde circula el aire captado desde una entrada situada en el exterior y que aprovechan la inercia térmica del suelo para calentar o enfriar el aire que, posteriormente, es introducido en el sistema de distribución del edificio. Aunque el pozo puede funcionar de forma pasiva aprovechando los vientos dominantes y chimeneas solares, lo habitual es que opere mediante sistemas mecánicos que controlen y regulen el flujo en todo momento, como era el caso de este edificio.

Como resultado de todo esto, este edificio presenta un consumo energético en calefacción de 12 kWh/m2·año, cuando el límite máximo de Passivhaus se sitúa en 15 y la media de las construcciones similares de Bruselas es de 106, y obtiene una reducción en las emisiones de CO2 de 793 Toneladas al año.

El propósito de este post era el de dar a conocer, a partir de una experiencia personal y sin entrar en demasiados detalles, el concepto de casa pasiva y el estándar Passivhaus. Aunque los aspectos generales son muy simples y pueden resumirse en cuatro líneas, las técnicas constructivas utilizadas para satisfacer los requisitos del estándar y obtener los resultados deseados son múltiples y dan para escribir muchos posts. En el próximo os hablaré un poco más de estas técnicas y sus propósitos.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

 

Hombres que dejan huella

No, no voy a escribir sobre Bogart, ni sobre una marca de perfumes, ni sobre la película homónima dirigida por David Swift en 1962. Cuando en sostenibilidad hablamos de huella nos referimos a la huella de carbono, la que cada uno de nosotros deja en el planeta como resultado de nuestras actividades y hábitos de consumo, nuestra contribución personal a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) cada vez que cogemos el coche, encendemos la luz, compramos una camisa o nos comemos un Big Mac.

Cuando en un restaurante pedimos un chuletón no somos demasiado conscientes de que para que ese plato llegue a nuestra mesa se realizan actividades que generan emisiones de GEI, como la cría del ganado, el cultivo agrícola, el procesado de los alimentos, su envasado, su transporte, la elaboración del plato, la gestión de residuos, … Y con esto no quiero decir que tengamos que ir con la calculadora de CO2 en el bolsillo o que estemos cometiendo un atentado medioambiental, yo soy el primero que no voy a renunciar a comerme un buen chuletón, pero sí que la adopción de determinados hábitos, como la utilización de productos frescos, de temporada, ecológicos, de proximidad, o incluso el tipo de dieta (una dieta rica en carnes genera el doble de emisiones que una dieta mediterránea y cuatro veces más que una vegetariana), contribuye a reducir nuestra huella de carbono.

En el mundo de la empresa se reconoce cada vez más el esfuerzo que realizan las organizaciones que cuantifican y controlan su huella de carbono, la de sus productos y servicios, la de sus edificios, o la de los eventos que organizan. El cálculo de la huella de carbono es un primer paso para tomar consciencia de la repercusión que sus actividades tienen en el medio ambiente e identificar aquellos productos o procesos con un mayor impacto, lo que permite establecer planes de reducción y compensación de emisiones de GEI. Y como es natural la gran mayoría de estas organizaciones no lo hace como un acto de militancia ecologista, las empresas se mueven según otros parámetros. La huella de carbono facilita la identificación de oportunidades de ahorro en energía y costes, determina el posicionamiento de una empresa dentro de un mercado cada vez más sensible a productos y servicios bajos en carbono, la diferencia de sus competidores y mejora su imagen corporativa. Incluso algunos gobiernos, como el de Reino Unido, como parte de su estrategia para cumplir con sus compromisos en la lucha contra el cambio climático, obliga a las empresas que cotizan en la bolsa de Londres a incluir la cuantificación de sus emisiones de GEI en los informes financieros anuales.

Existen diversos estándares internacionales para el cálculo de los diferentes tipos de huella, como el protocolo GHG, el PAS 2050 para productos, o las correspondientes normas ISO.  Cada uno de estos estándares tiene su propio método de cálculo, pero en general siguen una misma estructura que se concreta en 6 fases: definición de los límites, análisis de procesos y recopilación de datos, cálculo de emisiones, verificación del cálculo, comunicación de los resultados, y compensación de emisiones. Los resultados y conclusiones de todo el proceso se recogen en un informe independiente con el fin de comunicar a las partes interesadas la información relacionada con las emisiones de la organización, producto o evento.

Existen otros instrumentos de comunicación para informar acerca de las emisiones asociadas a un producto u organización, como las ecoetiquetas o los registros. El Gobierno de España puso en marcha en 2014 el registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de CO2 para facilitar el cumplimiento de sus compromisos asumidos en materia de cambio climático. Este registro, de carácter voluntario, otorga a una organización un sello en función de las acciones realizadas por ella hasta el momento, ya sea únicamente el cálculo de la huella o también el registro de proyectos para la reducción y compensación de CO2.

En definitiva, todos dejamos una huella que, lejos de producir un impacto memorable en los demás, compromete el futuro de las próximas generaciones. Merece la pena replantearnos nuestros hábitos personales y las actividades de nuestras empresas para que, con un pequeño esfuerzo y sin renunciar a nuestros niveles de bienestar, esta huella sea lo más pequeña posible.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

Certificaciones ISO, ¿para qué?

Hace unos días encontré en uno de los portales en que se ofrecen proyectos para freelancers la oferta de una empresa de ingeniería, certificada según ISO 9001, para contratar el servicio de un consultor que adaptara su sistema de gestión de la calidad a la nueva revisión de la norma. Ofrecían 1.500€ para realizar dicho trabajo, incluyendo la redacción de los procedimientos, y dejar a punto el sistema para ser certificado en un plazo de tres meses. La sensación que tuve al leer la oferta fue la de que el término de renovación de su certificado se les echaba encima, que no eran demasiado conscientes de los profundos cambios introducidos en la nueva revisión de la norma y sus implicaciones, y que buscaban a alguien que pusiera cuatro parches para superar la auditoría. No es la clase de proyecto que me interese, no se hacer bien mi trabajo si, más allá de ayudarlos a adaptarse a los cambios normativos, no tengo el convencimiento de que estoy haciendo algo útil y aporto valor a la empresa.

Sin conocer más detalles de la organización, me atrevería a afirmar que se trata de una empresa que trabaja principalmente para la Administración y cuyo único interés por su sistema de gestión de la calidad es el de tener el certificado ISO 9001 para poder presentarse a concursos públicos. Y no es que este planteamiento me parezca ni bien ni mal, cada empresa dispone de los recursos de que dispone, tiene sus valores, sus objetivos, sus prioridades, y yo no soy nadie para emitir juicios de valor sobre algo que no me incumbe. Pero todo esto me devuelve a la eterna reflexión sobre las motivaciones que tienen las organizaciones para implantar y mantener un sistema de gestión, ya sea de la calidad, ambiental, de la energía, …

Los sistemas de gestión son herramientas muy potentes que permiten a las empresas planificar, controlar y mejorar de manera sistemática todo lo que incide en la consecución de sus objetivos en el ámbito que corresponda. Para que sean eficaces se requiere la implicación de toda la organización, empezando por la dirección, y deben ser mantenidos permanentemente y revisados periódicamente. Las normas ISO son normas de referencia que facilitan la implementación de estos sistemas de gestión, y las certificaciones permiten a las partes interesadas tener la certeza de que los sistemas de gestión incluyen todos los elementos que las normas requieren y que las acciones derivadas se realizan. Por lo tanto, una certificación ISO lo único que asegura es que las cosas se hacen de una determinada manera, mejor o peor, pero de la manera que se describe en la documentación del sistema. Para saber si una empresa que quieres contratar cumple con tus expectativas en cuanto a calidad, gestión ambiental o energética, comprobar que disponen del correspondiente certificado no es suficiente. Debes conocer su política, sus objetivos, sus procedimientos, …

La presión a la que se ven sometidas muchas empresas con la exigencia por parte de sus clientes de disponer de determinadas certificaciones hace que a menudo pierdan el foco de lo que es realmente importante. Obtener y mantener el certificado puede que sea imprescindible para desarrollar su actividad, pero no hay que olvidar que lo que aporta valor a la empresa es el sistema de gestión en sí mismo. Contentarse únicamente con obtener la certificación y no aprovechar las ventajas que ofrece esta potente herramienta de gestión, que permite desarrollar políticas y alcanzar objetivos, es una manera de no rentabilizar el esfuerzo que supone arrancar y mantener el sistema. Por eso creo que es importante que las empresas cuenten con el acompañamiento de buenos consultores expertos que les ayuden a reconocer el valor que les puede aportar un sistema de gestión, les aconsejen sobre cómo debe ser según los objetivos que persigan y los recursos que puedan dedicar, y les ayuden a construirlo sin perder de vista que cada organización es diferente y que su sistema de gestión debe reflejar lo que la empresa es, hace y quiere conseguir.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

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Los pioneros de las renovables (II)

Como mencionaba al finalizar mi anterior post, la construcción de la primera gran central hidroeléctrica de Catalunya no hubiera sido posible sin el esfuerzo humano de miles de trabajadores que, con escasos medios técnicos, tuvieron que enfrentarse a las dificultades de la orografía y del emplazamiento de las obras, a 2.000 metros de altura, y soportar condiciones climatológicas durísimas, con temperaturas en invierno de hasta 30º bajo cero.

De los muchos trabajadores que se unieron a los del Pallars o comarcas cercanas (pocos, conocían perfectamente la dureza del clima y precarierad que se iban a encontrar), una minoría provenía de Suiza, Francia e Italia, países que contaban con experiencia en la construcción de centrales como la de Capdella, y que ocuparon puestos como técnicos y jefes de obra. Los más de 4.000 obreros que participaron en la ejecución del proyecto procedían de toda la geografía del Estado Español, principalmente de Murcia, Aragón y Andalucía, que se desplazaron hasta la Vall Fosca para poder trabajar y ganarse un jornal.

Durante los 23 meses que duraron las obras, un tiempo récord en aquella época (mi Ayuntamiento lleva 17 meses arreglando mi calle, y lo que queda…), las condiciones de vida de estos obreros fueron durísimas, viviendo en barracas construidas a pie de obra, sin ventilación ni las mínimas condiciones higiénicas, y bajo unas condiciones climatológicas extremas, especialmente en los campamentos situados cerca de los lagos. Trabajaban los 7 días de la semana 13 horas diarias, con unas técnicas y herramientas que nada tienen que ver con las actuales. Como ejemplo, para conectar entre si los lagos tuvieron que excavar en terreno rocoso 15 km de galerías subterráneas a pico y pala. El sufrimiento y malestar de los obreros acabó desembocando en una huelga de dos días en junio de 1913, en la que los trabajadores pidieron mejoras en el alojamiento y alimentación, dos mantas más, asistencia médica gratuita, un aumento del salario del 15% y hacer fiesta el domingo por la tarde. No lo obtuvieron todo, pero algo consiguieron.

Finalmente, el 28 de enero de 1914 se puso en funcionamiento la central hidroeléctrica de Capdella. Al finalizar las obras ningún trabajador foráneo se quedó a vivir en el valle, sino que se desplazaron para trabajar en las obras de otras centrales que se comenzaron a construir por las comarcas pirenaicas, tres de ellas en la misma Vall Fosca. Las precarias instalaciones de los barracones se transformaron en un lujoso pueblo con viviendas, hospital, escuela, comercios, pistas de tenis, …, dando paso a una colonia industrial que albergó a más de 60 trabajadores con sus respectivas familias, todos ellos vecinos del valle. Actualmente, la central de Capdella sigue en funcionamiento, produciendo anualmente 61 millones de kWh, y es una de las muchas atracciones turísticas del Pirineo Catalán.

Os recomiendo que visitéis la zona, en la que podréis disfrutar del teleférico que se construyó durante las obras para subir el material hasta la zona de los lagos, y que hoy permite a los visitantes salvar un desnivel de 450 metros y acceder cómodamente al espectacular paraje de los lagos; recorrer la vía verde del Carrilet (vía de un trenecito), que se construyó para el transporte de material entre los lagos; o visitar lo que queda de la colonia industrial, la central y su museo, de cuyas publicaciones he extraído gran parte de la información y datos que he utilizado en la elaboración de este post.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

Los pioneros de las renovables (I)

Durante mi primera juventud (ahora voy por la tercera o cuarta) pasaba parte de mis vacaciones en un pueblo del Pirineo Catalán de la provincia de Lleida, Sarroca de Bellera, situado al sur del Parc Nacional d’Aigüestortes. En mis estancias y excursiones por esa zona descubrí muchas de las centrales hidroeléctricas que se construyeron en Catalunya durante la primera mitad del siglo XX. Por aquella época estaba estudiando mi carrera de telecomunicaciones y, acostumbrado a trabajar con milivatios o microvatios, imaginarme los millones de W·h que se generaban gracias a esas grandes infraestructuras me ponía los pelos de punta.

El verano pasado volví a disfrutar de unos días de descanso por la zona, concretamente en la Vall Fosca, un precioso valle situado en la comarca del Pallars Jussà. En la cabecera del valle se encuentra la central hidroeléctrica de Capdella, la primera que se construyó en Catalunya y que permitió abastecer de energía eléctrica a la ciudad de Barcelona y las fábricas de su área metropolitana.

El proyecto fue el sueño de un visionario, del que injustamente se acuerda muy poca gente, llamado Emili Riu i Periquet, político y empresario natural de Sort. Desde su doble condición de diputado de las Cortes en Madrid y emprendedor, algo poco corriente en nuestros días, Riu trabajó duramente para mejorar las comunicaciones y las condiciones de vida de su territorio de origen, al que representaba, y reconoció las oportunidades de negocio que suponía la explotación de los recursos naturales de la Vall Fosca para producir energía eléctrica.

La visión de Riu se concretaba en conectar los 30 lagos naturales de la cabecera de la Vall Fosca mediante canalizaciones subterráneas para aumentar el volumen de agua disponible, almacenarla en un lago debidamente modificado como depósito de reserva para garantizar la capacidad de agua necesaria (Estany Gento), transportarla hasta una cámara de agua situada sobre la central mediante una canalización de casi 4.500 metros de longitud, y llevarla a las turbinas de la central mediante un salto de agua casi vertical de 800 metros.

Durante buena parte de la primera década del siglo XX, Riu se pasó años batallando en los despachos de Madrid (aún no existía el palco del Bernabeu), encargando informes y proyectos a técnicos franceses, adquiriendo concesiones de explotación de diferentes ríos del Pirineo y buscando financiación para su proyecto, pero la falta de empresarios y bancos interesados hizo que su sueño se demorara. Finalmente, gracias a su persistencia y coraje, en 1911 consiguió arrancar su proyecto con la ayuda de empresarios suizos, con los que fundó la compañía Energía Eléctrica de Cataluña (EER).

Emili Riu fue una figura clave en la creación y desarrollo de la energía hidroeléctrica y la industrialización de principios del siglo XX en Catalunya, pero a diferencia de otros emprendedores de la época Riu murió prácticamente en el anonimato y sin el reconocimiento que se merecía.

Con el soporte de información y datos publicados por el Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya, he elaborado este post centrándome en la figura del emprendedor. Emili Riu fue el padre y alma del proyecto, pero sin el esfuerzo y sufrimiento de los técnicos y obreros que trabajaron bajo unas durísimas condiciones laborales y de vida, el sueño de Riu no hubiera sido posible. En un segundo post os hablaré de ellos.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

Un presente inspirado en el pasado

A finales del siglo XX apareció una nueva tendencia, que está creciendo de forma exponencial estos últimos años, que recurre con nostalgia al pasado para encontrar nuevos referentes estéticos y que observamos muy claramente en los mundos de la moda y el diseño, con el creciente gusto por lo retro o de estilo vintage.

Aunque con motivaciones diferentes al de la búsqueda de lo estético, en el mundo de la edificación se está produciendo un movimiento similar. Conforme crece la sensibilización en lo referente a la sostenibilidad y el cambio climático, se va incorporando cada vez más en los proyectos arquitectónicos lo que se conoce como diseño bioclimático. Aunque pueda parecer un concepto innovador y revolucionario, el diseño bioclimático no deja de ser un retorno a los modelos, técnicas y materiales utilizados en el pasado, cuando no se edificaba contra un clima y un entorno ambiental determinados sino aprovechando las ventajas que éstos podían ofrecer. Eso sí, la incorporación de las nuevas tecnologías permite obtener de estos modelos, técnicas y materiales, un mayor grado de eficacia y resultados óptimos

A lo largo de la historia, cada cultura ha contribuido con sus experiencias y soluciones constructivas al desarrollo de la arquitectura moderna, en la que grandes referentes como Loos, Wright y Le Corbusier, se declararon deudores de la arquitectura tradicional. Algunos ejemplos los tendríamos en las cuevas de los hombres primitivos o las viviendas enterradas del norte de China y África, en donde se aprovechaba la inercia térmica del terreno para conseguir una temperatura constante entre 15ºC y 20ºC durante todo el año; la orientación y elementos constructivos de las edificaciones de la antigua Grecia, con los que se aprovechaba la radiación solar para calentar en invierno y producir sombreado en verano; las edificaciones elevadas del sudeste asiático, para protegerse de las inundaciones provocadas por el crecimiento de los ríos en la época de lluvias; las chimeneas y torres de viento árabes, para captar los vientos dominantes y refrigerar mediante ventilación natural; los patios mediterráneos, con sus elementos de sombreado y la presencia de vegetación y agua para obtener enfriamiento evaporativo; …

Cada tipo de clima tiene sus propias estrategias de diseño bioclimático. El excelente estudio del Instituto Americano de Arquitectos titulado en su edición española “La casa pasiva. Clima y ahorro energético”, nos ofrece una guía con las estrategias recomendadas para 16 tipos de clima diferentes, desde el desértico al tropical pasando por el continental, atlántico, estepario o mediterráneo. Son muchas las técnicas conocidas y utilizadas, pero básicamente se pueden agrupar en las siguientes estrategias:

  • La captación solar para el aporte de energía
  • La protección solar para reducir el aporte de energía
  • El aislamiento térmico para reducir las pérdidas o ganancias de energía
  • La inercia térmica para almacenar energía
  • La ventilación natural para refrigerar
  • El enfriamiento evaporativo para refrigerar

Aunque detrás de cada una de estas estrategias hay una base científica y técnica importante que las avala, en su origen no son más que el fruto del sentido común y la experiencia de muchas generaciones que buscaban la manera de sobrevivir en un entorno natural hostil.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

¿Auditoría energética o diagnóstico energético?

El concepto de auditoría energética se utiliza de una forma un tanto arbitraria para expresar diferentes niveles de estudio relacionados con el desempeño energético de una organización. Para unos consiste simplemente en un análisis de la facturación para optimizar los términos de contratación de los suministros, para otros en una evaluación de los sistemas consumidores y una serie de recomendaciones para reducir el consumo energético, para otros en un análisis exhaustivo de suministros, equipos, sistemas y procesos y una propuesta de acciones de mejora con su validación técnica y económica, … Y todo ello es válido y muy recomendable para cualquier organización, el problema es que sus expectativas muchas veces no se corresponden con el tipo de estudio contratado y el precio pagado.

El RD 56/2016, que requiere a las grandes empresas a realizar una auditoría energética cada cuatro años, era una gran oportunidad para aclarar este concepto y establecer unas directrices inequívocas sobre lo que debe ser una auditoría energética. La generalidad y ambigüedad con que se establecen dichas directrices han contribuido a generar una mayor confusión al respecto y a que muchas empresas, más preocupadas en cumplir con los términos del RD y evitar sanciones que en aprovechar los beneficios de una herramienta tan potente como la auditoría energética, hayan incurrido en un gasto que les ha aportado pocos o ningún beneficio económico.

Dejando de lado los aspectos legales y centrándonos en lo realmente importante, el beneficio económico y medioambiental derivado de una auditoría energética, las organizaciones deben tener claras cuales son sus necesidades y el tipo de estudio energético que precisan. Y para ello es muy importante el asesoramiento y profesionalidad del consultor o auditor al que se dirijan y que en el ámbito y alcance del estudio queden bien especificados los límites físicos, organizativos y técnicos del mismo.

Una vez definidos el ámbito y el alcance técnico de la auditoría, es fundamental la metodología a utilizar en el desarrollo de la misma. En este sentido, la herramienta en la que nos basamos muchos auditores para asegurar la profundidad y eficacia de la auditoría es la norma UNE-EN 16247, que define los requisitos que debe cumplir en sus diferentes fases: análisis, contabilidad energética, propuestas de mejora y elaboración del informe.

Y como conclusión a estas reflexiones me gustaría destacar los siguientes puntos:

  • Existen diferentes tipos de estudio energético conocidos como auditoría energética
  • Todos ellos son beneficiosos y recomendables para cualquier organización, dependiendo de sus necesidades y objetivos
  • Su alcance, profundidad y metodología deben quedar bien definidos a priori
  • Estos factores son los que determinarán el precio de cada tipo de estudio
  • La competencia y profesionalidad del auditor es fundamental para la correcta elección del tipo de estudio que necesita una empresa.

 

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es

Bienvenidos a mi nuevo blog

El mundo de la sostenibilidad, y más concretamente de la eficiencia energética y del desarrollo sostenible de las organizaciones, es un tema que me apasiona y al que me dedico profesionalmente como consultor freelance desde hace años.

Como medio para compartir noticias, artículos, temas de interés y reflexiones relacionadas con este ámbito, he decidido poner en marcha este blog, al que quiero dedicarle una parte de mi tiempo para dar a conocer aquellos aspectos de la sostenibilidad y sus herramientas de gestión que más me interesan.

Espero que este blog sea de vuestro interés y pueda ser de utilidad, no sólo para mí, sino para todos aquellos que compartáis conmigo la inquietud por el futuro de nuestra sociedad y la motivación en afrontar los retos medioambientales que nos esperan en las próximas décadas.

Autor: Carles Carreras Liébanas, consultor y auditor freelance especializado en energía, sostenibilidad y sistemas de gestión / c.carreras@enersystems.es / enersystems.es